miércoles, 7 de octubre de 2015

Repatriado a la realidad

Israel Hernández

Veracruz, Ver.
México


¿Te has imaginado cuánto extrañarías a tus hijos si no los vieras 3 meses?
¿Qué estarías dispuesto a hacer para asegurarles comida, educación y atención médica?
Lisandro González Serrano no se detuvo para cuestionarse si valía la pena arriesgar la vida con tal de que sus hijas tuvieran una vida digna.
Aun cuando existía la posibilidad de no volver a ver a Perla y Karla, tomó la decisión de aventurarse -como diariamente lo hacen miles de centroamericanos- en busca de lo que para muchos se ha convertido en la "pesadilla" americana.
Originario de Santa Rosa de Copán, Honduras, el pasado 4 de marzo, Lisandro empeñó su propia felicidad por lograr la felicidad de sus más grandes amores.
El amor que dejó en los besos de despedida, dice, aún lo trae consigo y lo ha mantenido de pie durante los 3 meses y medio de travesía por Guatemala y México.
"No se pudo, llegué hasta Nuevo Laredo pero ahí tuve bronca y ahora voy de regreso".
Debajo del puente de la avenida Miguel Ángel de Quevedo, al lado de otros 4 migrantes pide ayuda, una moneda para juntar lo del pasaje, una fruta para engañar a la panza.
Delgado, piel clara, cabello castaño descuidado, porta una playera de los Pumas de la UNAM. Cuenta que se la regalaron en Ixtepec, Oaxaca, cuando viajaba hacia el norte.
Lisandro abandonó El Salvador porque no había otra camino mas que convertirse en pandillero./Foto:Wenceslao Fuentes.
Sentado frente a las vías, mientras fuma y tira la ceniza entre la piedra que evade el sol del mediodía, revela que su esposa Marcela y las dos pequeñas que procreó con ella viven en Sonsonate, una pequeña ciudad al oeste de la ciudad de San Salvador.
"Dejé Honduras a los 14 años y en El Salvador conocí a mujer. Allí me quedé pero me cansé. No es fácil poder conseguir dinero y darle a los tuyos lo mejor, por eso vine".
Lisandro está acostumbrado a los sacrificios: abandonó su patria porque en Santa Rosa no había otra camino mas que convertirse en pandillero.
Prefirió la tranquilidad y la búsqueda de un buen trabajo a cambio de distanciarse de sus padres y 7 hermanos.
Sabe que tuvo suerte de llegar hasta Nuevo Laredo, Tamaulipas. Lo que pasa en el sur de Veracruz, insiste, no es cosa de juego. Pese a internarse en México, sin el objetivo cumplido, decidió retornar a casa.
"Es algo duro, se necesita dinero y valor, no sé si lo volvería a hacer (...) Ahora lo único que quiero es regresar con mis chiquitas y ver qué puedo hacer allá".
Para conseguir dinero suficiente para mandar a sus hijas de 3 y un año, respectivamente, asegura que no importa recorrer miles de kilómetros  arriba de La Bestia o de autobuses de segunda clase, mucho menos traer el estómago lleno de hambre.

"Vengo de Tehuacán y ayer dormí en la central de autobuses. La gente aquí es buena, tengo fe en llegar pronto a casa, ellas me esperan, me lo dijeron hace 15 días por teléfono", dice y una sonrisa asalta el rostro del joven de 23 años.

*Texto publicado en junio de 2014.

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